Mi aventura en el retrete

Cuan grande fue mi sorpresa al dirigirme inocente y feliz a depositar mi orín al excusado y encontrar, reposando en el fondo del inodoro, un tremendo excremento del tamaño, quizá, del de un elefante.

Miré en todas direcciones rebuscando el animal insano que podía haber dejado ahí semejante ataque a mi vista y, viendo que no sería arrollado por ningún paquidermo, atacado por ningún león de al menos 120 Kgs o embestido por un gran marrano cagón, decidí que lo mejor que podía hacer era correr a por mi cámara: Tamaño acontecimiento no podía ser olvidado por la humanidad.

Apunté, con mis funciones vitales a punto de detenerse a causa del hedor diábólico y así os conseguí la instantanea que acompaña a este documento como prueba fehaciente de los hechos aquí relatados.

Pero además, detengansé en un detalle que hace este relato aún más peligroso para el estómago y la cordura:

Percatensé de que el tremendo mojón que descansaba en los fondos cenagosos de mi W.C. no tiene flotando por encima esos documentos que prueban la limpieza anal:

El cochino cagón no habíase lavado su esfinter...

Imaginense un esfinter abierto soltando tremendo truño y después siendo “abrazado” por las nalgas, sin ser limpiado...

Y sin más dilación, les dejo con la visión de tan descomunal monstruo:

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