Años ha.

Había un castillo y en el castillo un ángel y en el ángel no había un corazón.
También había un niñito, de cara guapito, tirando a bonito, se llama Juanito y llama la atención.
Juanito el albino, de costumbres era fino y de aspecto fortachón.

Juanito tenía sombrero de pico, pico de pato y patas de gato.
Juanito tenía pico de oro, pinta de moro y lengua de loro.

Juanito es peculiar de nacimiento. Nació a los cuatro años y cuando sus padres le contaban, entre sorprendidos, enfadados y divertidos que creían ser estériles tras cuatro años de intentos, él contestaba, tímido y sonriente, que no sabía porque lo había hecho, pero que se habría quedado un poco más si le hubiera durado el papel higiénico.
Ahora, a los 30 años no le da importancia: "cosas de niños", dice.

Juanito creía que si se asomaba por la ventana de la cocina vería Manhattan. Cuando creció y descubrió la sosa realidad de su patio interior le quedó el consuelo del patio, que peinaba edificios con grandes ventanales que se interponían entre él y luces florescentes... pero no era lo mismo.

Un buen día que dice la expresión y un mal día hablando con precisión, Juanito tapose, del pelo tirose y un poco creció.
Se rió de Jose, después apretujose y así adelgazó.
Se pegó un susto, blanco quedose y así se marchó.

Vestido de mago, con sombrero de copa, y albino de faz,
salió
Pintado de blanco, negra la ropa, a pasear en paz.

De copa el sombrero, de blanco y de negro,
bufanda y guantes albos y unos zapatos calvos.

No en este, sino en el Otro, citose con un Lord, encontró una mujer gato y empezó la seducción. Un poco de aburrimiento y al empezar la violación, se mostró una aparición... (insertese pausa dramática y sonido ascendente aquí). ¿Qué sería de las uñas del gato? ¿A quién le importaban sus largos bigotes?

Era el ángel sin corazón.

Preso

Tic, tac, tic, tac...me estoy volviendo loco.
En mi aislamiento, en mi soledad que pinta eterna, "Tic Tac" ya no significa nada.
Para mi el tiempo detúvose aquel día de Otoño, cuando las nubes negras contagiaron su color al amarillo de Octubre. La obscuridad que me envolvió se instaló conmigo y tornose en gris perpetuo al despertar entrerrejado.

No sé cuanto tiempo llevo en este nosédonde, no sé cuanto me resta de estar restado ni me importa por que lo estoy. Quiero salir, pero ni siquiera me atrevo a volver a levantar la vista de la suciedad del suelo y enfrentarla con las paredes que rodean mi encierro. Quiero pensar que este gris es una luz extraña proveniente de un cielo nublado y que no es causa de este cruel encierro que me mantiene incluso lejos de una ventana que me permitiera, al menos, ver la luz del Sol.

Tampoco sé por qué iba a gastar mis fuerzas en repasar los muros desnudos que se levantan más allá de los barrotes o en no apartar mi vista de los escasos alimentos y bebida que me quedan.

Sólo Dios sabe si volverán a traerme comida, si volveré a ver un ser vivo por este yermo o si abandonaré esta existencia, que de tan baldía se ha tornado en el más doloroso de los castigos, sin más compañía que mi propia respiración. Sólo Dios sabe si moriré de hambre y de ansia de libertad o si, por el contrario, volveré a cantar bajo la lluvia agradeciendo eternamente mi libertad a quien se hubiera apiadado de un vulgar canario.