Mantequilla Versión 1

Todo estaba preparado. La margarina y la mermelada destapadas, el vaso lleno de leche, un plato bajo él, la silla y la mesa hechos con materiales antideslizantes, cuchillos especiales etc. Toda precaución es poca.

La prensa, expectante, me mostraba a todos los ojos del planeta. Ni un solo medio de comunicación me quitaba ojo. Estaba en todos los canales, en todas las radios, las páginas webs. Era el acontecimiento más importante de la historia.

Me senté en la silla, marrón, me sorprendió el altísimo rozamiento. Agarré la primera galleta y empecé a untarla con cuidado. Llevaban meses entrenándome para esta ocasión, no podía fallar. Soy el mejor untador de galletas que ha habido nunca.

Cuchillo "en ristre", acaricié (que no corté)la margarina, la coloqué sobre la galleta y la extendí... La galleta no se rompió. Todo el planeta suspiró de alivio. Se llevaron a un cámara de la estancia. Más tarde sabría que había muerto de un infarto.

Miré al instrumental para untar la mermelada. No sabía si decidirme por la cuchara, aconsejada por los expertos, o por el cuchillo, al que más acostumbrado estaba yo.

Me decidí por el cuchillo. El silencio era sepulcral. No se movía ni un coche, no volaba ni un avión. La habitación estaba insonorizada, no fuera que un susto llevara todo al traste.

Primera galleta untada.

Antes de coger la 2ª, se me acercaron varios médicos, me midieron la tensión, el ritmo cardiaco, me inyectaron algo para evitar el temblor de mis brazos. Entonces pude continuar.

Agarré la segunda galleta. Procedí, como en la primera. Una vez untada, junté ambas con cuidado infinito. Apreté un poco aquí, otro poco allá... al final no sobresalía ni una pizca por los lados. Todos respiramos hondo. Aquí venía la parte más difícil. Miré al general norteamericano, Mcnosécuantos. Asintió con la cabeza.

Introduje la galleta en la leche, escurrí las gotas que caían, la miré durante un segundo infinito y me la introduje entera en la boca, para que no pudiera haber errores.

En el exterior, la gente, que seguía la imagen por grandes pantallas, se abrazó. Cientos de peticiones de boda y de niños que iban a gestarse y que se llamarían como yo se dieron cita en ese momento con las estatuas de mi persona descubiertas y los fuegos artificiales.

A partir de ahora, era un personaje histórico

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