Mantequilla Versión 2

Todo estaba preparado. La margarina y la mermelada destapadas, el vaso lleno de leche, un plato bajo él, la silla y la mesa hechos con materiales antideslizantes, cuchillos especiales etc. Toda precaución es poca.

La prensa, expectante, me mostraba a todos los ojos del planeta. Ni un solo medio de comunicación me quitaba ojo. Estaba en todos los canales, en todas las radios, las páginas webs. Era el acontecimiento más importante de la historia.

Me senté en la silla, marrón, me sorprendió el altísimo rozamiento. Agarré la primera galleta y empecé a untarla con cuidado. Llevaban meses entrenándome para esta ocasión, no podía fallar. Soy el mejor untador de galletas que ha habido nunca.

Cuchillo "en ristre", acaricié (que no corté)la margarina, la coloqué sobre la galleta y la extendí... La galleta no se rompió. Todo el planeta suspiró de alivio. Se llevaron a un cámara de la estancia.

Miré al instrumental para untar la mermelada. No sabía si decidirme por la cuchara, aconsejada por los expertos, o por el cuchillo, al que más acostumbrado estaba yo.

Me decidí por el cuchillo. El silencio era sepulcral. No se movía ni un coche, no volaba ni un avión. La habitación estaba insonorizada, no fuera que un susto llevara todo al traste.

Primera galleta untada.

Antes de coger la 2ª, se me acercaron varios médicos, me midieron la tensión, el ritmo cardiaco, me inyectaron algo para evitar el temblor de mis brazos. Entonces pude continuar.

Agarré la segunda galleta. Procedí, como en la primera. Una vez untada, junté ambas con cuidado infinito. Apreté un poco aquí, otro poco allá... al final no sobresalía ni una pizca por los lados. Todos respiramos hondo. Aquí venía la parte más difícil. Miré al general norteamericano, Mcnosécuantos. Asintió con la cabeza.

Introduje la galleta en la leche, escurrí las gotas que caían, la miré durante un segundo infinito y la llevé a mi boca. En el trayecto, una gota de leche cayó hasta la mesa.

La gente que me veía por todo el mundo se echó las manos a la cabeza, se dió cabezazos contra la pared... muchos se suicidaron.

En la sala en la que estaba algunos cámaras se echaron a llorar. El general Macnoséque sacó su pistola. Estaba muy enfadado y con razón. Me dió lo que me merecía.

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