Gélido contestador

El frigorífico respondió: Hola, soy el frigorífico. El contestador está de huelga porque no le ponen cintas TDK, además de eso el micro está liado con el horno, que dice que le pone caliente y ya no es como antes.
El florescente se cree un iluminado y el reloj nunca tiene tiempo.
Así que puede dejar su mensaje tras oir el pi o, si es Vd piadoso, sacarme de esta casa de locos.
3.14156

Sin título

El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto.

Llovía.

Mis ojos mejorados, sustituidos por nanotecnología, envían a mi cerebro unas señales que mi cerebro, yo, he de interpretar.

Mi nariz, por supuesto también mejorada, me dice que este energúmeno que me apunta con su pistola es un yonki. Huele a heroina.

"Veo" una diminuta mancha de sangre en su ropa. Tan pequeña que un ojo humano nunca llegaría a observarla. Se pincha.

Sin que yo de la orden para ello, mi cerebro, o más bien, sus nanopartes, ordenan a mis brazos y piernas que ataquen de la mejor manera posible.

Antes de que yo pueda reaccionar el pobre yonki está desarmado e inconsciente. De algo me sirvió trabajar para la seguridad del gobierno. Soy inmortal.

Prosigo mi camino.

Captura de una burbuja

Es costumbre en todos los miembros de mi familia que Eugenio llamanse usar un gran vaso de agua capaz de contener hasta dos litros del susodicho líquido o de cualquier otro, con el fin de no tener los dos molestos bultos sobre la mesa que serían el vaso y la jarra.

Cuando el vaso está vacío, no nos queda más remedio que levantarnos a rellenarlo, cosa que hacemos con gusto y esmero, pero también con cierta prisa (Quizá sea esta la que da el esmero y la que no impide el gusto).

Cierto día en el que la impaciencia me corroía más que de costumbre, procediendo al llenado del vaso en cuestión, maté el tiempo fijándome en la vasta cantidad de burbujas que la ya nombrada prisa causa; observé que una era ciertamente bonita y pensé que tenía que ser para mi.

Sin más dilación, volteé el vaso pues, como todo el mundo sabe, una vez que la burbuja se ha reunido con el aire circundante es tarea extremadamente difícil, tan solo apta para los más pacientes recuperarla y volver a empaquetarla en su acuática envoltura.

La burbuja escapó por el desague a velocidades cuasi supersónicas y no tardé en lanzarme en pos de ella.

Yo, rápido para muchas cosas, pero no para la que todas estais pensando, enseguida alcancé a la burbuja que buscaba, y dime cuenta de que no tenía con que atraparla, por lo que dime la vuelta, retorné a mi cocina y agarré el primer cachivache que a mi mano llegó, que, oh casualidad, resultó ser una brújula.

¿Cómo iba a encontrar ahora mi burbuja entre tanto agua?. Dime prisa otra vez más y, apenas llegué al Pisuerga, me subí a una roca y oteé el rio. Pregunté a uno y otro pez, investigué en todas las escuelas submarinas, interrogué a toda alga que se precie y ninguna había visto mi burbuja.

Mientras cabizbajo y decaido me acercaba a la orilla para, rendido, volver a casa, la casualidad quiso que la viera, observándome, asustada, quieta, tapándose los ojos para que no la reconociera. Yo disimulé cuanto me fué posible, pero en cuanto no pude ocultar que la había visto la gorgorita giró sobre sus tacones y comenzó un sprint que obtuvo como respuesta que yo comenzase otro, no casualmente en la misma dirección y sentido.

Tras el Pisuerga llegó el Duero, fue una persecución sin cuartel, no hubo tiempo para aparcar al lado de unas truchas ni para observar las desembocaduras de los afluentes. Al llegar al oceano, exhaustos y desarmados, la burbuja paró y me preguntó: "¿Por qué me persigues?".

Yo contesté: "¿Por qué huyes?"

Y le expliqué el motivo de mi persecución: Quería mantenerla encerrada en mi brújula para que así nunca se perdiera en la atmósfera.

La buscadora de Otoños conserva (o debería conservar) esa burbuja, del tipo de las gorgoritas en alguna parte de su habitación.

Sin título

¡Oh desastre! Ayer por la noche nos dejamos el teléfono descolgado.

No sé como no me di cuenta... debí dejarlo ahí para llamar a alguien y después me levantaría y me olvidaría...

Cuando me he levantado esta mañana he visto el desastre, he ido al salón y aún seguía saliendo el tono.

Está todo inundado, lleno de un molesto pi telefónico: Los muebles, los libros de las estanterías bajas, el ordenador...

Y en tres días vienen mis padres, vaya paliza me espera para limpiar todo esto.

Brevísimo.

-Sonríe.
-Ok

Historia de una caida

Volví dando un saludable paseo desde la discoteca mirando las estrellas, poniendo especial atención en Venus, filosofando sobre las consecuencias de una hipotética bajada de los tipos de interés en un más hipotético aun planeta de macarrones forofos de la música punk. Mi caminar era pausado y llevadero de una teatral pose bohemia:

Manos enbolsilladas, cabeza girada, ojos entornados y pies enzapatados.

En un instante, mi boca expresó un "vaya" y mi cabeza tomó el lugar de mis pies y mis piés se quedaron donde estaban. Precisamente este fué el problema: Mis pies no avanzaron y mi cuerpo, indiferente a la posición de aquellos, siguió avanzando como si tal cosa. Esto unido a la manía que tienen mis tobillos de no soltarse de mis pies y dado que mis manos siguieron, despreocupadas, en el bolsillo que las calentaba, provocó que mi cabeza se posara suavemente contra el suelo, haciendo florecer un chichón en mi frente, sangre en mis labios y dejando un pequeño crater en el firme, amén de fracturas frontales de craneo y desvanecimiento.

Levàntome diciendo: "(palabras que diga el Papa tras besar el suelo)" y estudié la situación. Mis pies habían quedado pegados a su posición en contra de su voluntad, debido a la dejadez de los empleados del Mercadona que habían colocado una verja sobre el suelo como quien tiene un tío en Alcalá.

Tras mi deducción, seguí caminando más preocupado del suelo que del cielo y dando vueltas a que Vaya y Verja sean palabras sinónimas.

Duendes y yogures.

Digo yo de meter un duende en uno de cada 10 yogures o helados del mundo.

Si tienes suerte, comes helado y/o yogur tranquilo. Si no la tienes, te salta el duende al cuello y te mastica tan a gusto.

Esto tiene infinidad de aplicaciones.

Por un lado, se acaba con la superpoblación, por otro lado, se acaba con la relajación, calma y paz que se experimenta al abrir un alimento de este tipo y que a tantos disgustos nos ha llevado.

La aplicación más importante requiere un poco de explicación:

Es obvio que los duendes de los yogures y helados de fresa serían de color rojo, de limón, amarillo, de cielo, azules, de lima limón, verdes, de amapolas, rojos, etc.

Una vez engullido al desafortunado poseedor de un yogur o helado con duende, como todos habreis imaginado, el duende iría al polo norte, que es su lugar natural de residencia.

Una vez allí, llamaría a un Igloo. En el Igloo abrirían y, si ven que es de otro color, le matarían. Si ven que es del mismo color mirarían a ver la marca del producto del que salió y, si es distinta, también le matan (así, con esta variante aleatoria de duendes que mueren evitamos superpoblación de este tipo de simpático ser de dientes afilados).

Después se montan campeonatos de cosas apasionantes como Football, Basket, mus, petanca o lucha a muerte entre equipos de estos duendes:Rojos contra amarillos, Danone contra Miko, Yogures contra helados, de Danone de fresa azucarados contra Danone de Limón etc.

Se retransmite y a que llueva la audiencia y el dinero.

Por alguna razón esto acabaría con la violencia en el deporte, pero no la recuerdo.

José el sencillo

La historia de las vacaciones de José. Un libro decorado con ilustraciones del autor, como el principito y los mejores libros detesto las matemáticas, perdón, de texto de matemáticas.

José es un hombre sencillo.

José, como todos los hombres sencillos, no se complica. Tiene, empezando por arriba, dos ojos una nariz, un bigote y una boca. Esa es la descripción de su cara.

Ilustración del autor:

:-[) Este es José.

José, por no tener no tiene ni pelo en la cabeza, no tiene más que el permitido para poder llamársele calvo, y además es gris, como el bigote.

Su mujer se llama María José, y es una señora con moño y vestido de flores y el niño se llama Jesús, es un chico pequeñito y sonriente y todos le llaman Jesús, porque sería raro que llamándose Jesús todos le llamasen Alberto.

Ilustraciones del autor:

oO:-) Esta es María José.

:-_) Este es Jesús, con un moco en la nariz.

:-) Este es Jesús sin el moco.

:-( Este es Jesús pero triste.


José, como todos los hombres sencillos, trabaja en un bar. El bar se llama Bar José, porque José, como todos los Josés sencillos, no es un hombre original, pero, eso sí, es muy sencillo.

El bar, como todos los bares de persona sencilla tiene una tele puesta permanentemente en la primera, porque José, al ser sencillo, no quiere poner el "cuarentalatino", tiene sillas y mesas de madera, una barra con vitrinas grasientas mostrando tapas y demás por las que de vez en cuando José pasa la misma bayeta que cuando abrío el bar y no limpia nada, lo hace sólo para aparentar. También hay un perro marrón encogido que pertenece a una familia que siempre está ahí comiendo. La familia está compuesta por una abuela, una madre, un padre, un niño guarro y una niña gritona. En la mesa siempre tienen el menú del dia y una jarra de casera con mauncincoestrellas.
En las paredes hay cuadros de toreros, la plantilla del Real Madrid de 1985 y una dedicatoria del Fary a José, en la que pone "Muchos besos cariñosos y babosillos de El Fary".
Además hay una puerta que conduce a un almacén que no ha visto nunca nadie.

Un día José decide irse de vacaciones. Así que busca en el mapa que tenía por ahí guardado, que su hijo, un chico moderno con pleiesteision, llama Mapamundi, decide un lugar y, ni corto ni perezoso se pone en marcha. Apaga la tele por primera vez en años, pone el cartel de cerrado y se dispone a recoger todo.

José abre el almacén, a ver si ve como es. Está ocupado por Gnomos de jardín y gárgolas liberados*, murciélagos, ratas y un señor con gafas, que se presenta como Señor Gafudo

Ilustraciones del autor:

8-) Este es el señor Gafudo. Le molesta que le llamen cuatro ojos, cegato de mierda, gilipoyas, para trabajar y otras muchas cosas, por ejemplo que le pisen, pero le encanta el queso de tetilla y los pechos en general.

José les desaloja con una orden de desahucio y un palo de escoba y hace sitio para guardar las sillas y las mesas.

Una vez todo guardado, toca guardar a la familia. Al padre y a la madre les guarda en el estante de arriba, a los niños en el del medio, por si se caen y a la abuela, que ya no está para trotes ni galopes, la deja abajo, con su plato de callos y dos vestidos negros con topitos blancos (como todos los vestidos de abuela) por si se mancha o le apetece coser.

Al perro le guarda en la caja registradora y esconde esta debajo del felpudo.
Se deja una nota diciendo donde ha escondido la caja registradora no sea que a la vuelta no la encuentre y cierra la puerta, dejando las llaves dentro porque así no se le pierden

José se dirige entonces al aeropuerto, se acerca a la puerta de embarque y da 5€ al señor que le pide el billete.

La familia de José, que está en la maleta para no tener que pagar, mientras, duerme placidamente.

Cuando José se va haciendo pequeñito, al ir alejarse el avión siente un cosquilleo y ganas de hacer pis, pero se las aguanta.

Al llegar al aeropuerto de destino, en Santo Tomé de Zabarcos le meten una bomba de aire por las orejas y le vuelven a inflar, aliviándole las ganas de hacer pis y haciéndole recuperar su forma normal.

Al salir del aeropuerto saca a la familia de la maleta y prosiguen su camino hacia el hostal.

Aquí un hombre con aspecto gordinflón, sudoroso por el calor y que deglute un "Gordin Flash", les da las llaves para una habitación con un crucifijo y una postalita de San Chopanza.

(No sé si continuará)

*Cuando lee esto, el autor llora un poquito, pero se le pasa al minutito.

Gracias por su visita

Ella me esperaba en el lugar de siempre. La di un beso y la cogí de la mano.

¡Que mano más suave! pensé. No la había apreciado hasta ese momento.

-Quiero hablar contigo, la dije. Vamos a tomarnos un café.

-Vale. ¿Dónde?.

-No sé, al cafetín mismo.

Nos pusimos en marcha. Pasamos por delante de ese Zahara donde nunca entramos juntos y del Sifón, donde entré en cuanto la dejé. El crisol donde la vi pasar en autobús cuando se me cayó la tostada me miró con ojos de pena. Aquella tienda donde me paraba con mi amigo Rael a ver los juguetes y, unos años más tarde, la tienda contigua donde me paraba a ver los discos, acompañaron en la mirada al Crisol.

Giramos a la izquierda antes de llegar al Calderón, dejamos atrás la iglesia de la Antigua, atravesamos Portugalete. Yo pagué los dos cafés, ambos con leche. Ella se sentó de espaldas a la puerta y yo enfrente de ella. Hasta que llegamos la conversación fué insulsa: "Creo que este mes no voy a ir al gimnasio", "El examen de esta mañana no me ha salido del todo bien" etc.

Fuí a abrir la boca, a decir aquellas palabras que tan aprendidas tenía:

"¿Qué hacemos? O esto cambia, o mejor lo dejamos aquí".

Pero ella me pidió preferencia.

-Dejame hablar a mi primero y no me interrumpas, ¿Vale?.

-Vale.

-Mira Uge, lo nuestro no funciona y, a mi, me gusta otro chico,

-¿Pablo?-La interrumpí.

-Sí- Respondió ella mirándome con unos ojos ilusionados que a mi nunca dedicó.

Así que las risas que te echaste cuando leí una pintada en la que ponía "Pablo es imbécil", diciendo que estaba celoso de Pablo no fueron risas benignas y juguetonas..
Así que cuando yo bromeé contigo diciendo que estabas celosa de Vannia y me echaste la bronca por pensar una cosa así, aun sabiendo que no lo pensaba no fué más que una broma cruel.

-Pues bueno... entonces se acabó. ¿Te ha gustado salir conmigo?.

-Sí.

-Entonces, ¿No te arrepientes?.

-No.

Me cambié de asiento, me senté a su lado y la besé y toqué por última vez. Me había afeitado y vestía una camiseta negra. Ella llevaba su camisa roja y una falda. Estaba preciosa.

Salimos, la dije que quizá estuviera un tiempo sin verla en el MSN, porque me hacía daño. Aceptó.

La di un último pico y fuí a casa solo. Ella fue a verle.

"Gracias por su visita", rezaba la servilleta que tenía en el bolsillo.

La doblé de tal manera que lo que quedó escrito fué "Gracias Puta".

Así mejor, pensé, y la arrojé a una papelera.

In gold we trust

-In Gold We trust-Dijo Anne Navarre a un Jedi del lado Obscuro

-In Gold We trust- Confirmó el discípulo del reverso tenebroso.

Y tras esta breve ceremonia, empezaron a cazar mariposas fans de Elvis Presley.

En ese momento, un ejército de muñecos de trapo armados con revistas Telva, se les acercaron para obligarles a firmar un tratado de paz con las mariposas.

Esto hizo que los osos poderosos se sintieran traicionados y, bufandas amarillas en alto, conquistaron el mundo.

Una vez en el poder, Osopoderosohijo1 atacó a Osopoderosohijo2 con sus garras por robarle un plato de lentejas frías con cebollas fritas

La habitación olía a metálico... se había derramado sangre esa noche.

Como atacar con las garras está mal visto en los osos (recordemos su pasado común con los Wookies), todos llamaron a Osopoderosohijo1 maleducado, enterraron a Osopoderosohijo2 y después, todos los años, celebraban su muerte entre risas, pues todos le odiaban.

Juan y picamé

Juan y Picamé hacía tiempo que habían roto, pero, como cada domingo, volvían al cine.

Ahora no se sentaban en la primera fila, de los ciegos, sino en otra, también nombrada con un problema físico, que parece que los sanos no van al cine, que es la fila de los mancos.

Al llegar Juan, que siempre llega antes, pide a la taquillera entradas con la misma fórmula: "¿Le quedan entradas para la fila de atrás?"

Al llegar Picamé, de tanto oida que tenía la fórmula, de alguna que otra vez que habían sucumbido a la tentación de sentarse en esa fila, repite la misma fórmula con las mismas palabras y entonación: "¿Le quedan entradas para la fila de atrás?"

Una vez allí, cada uno se sienta en un extremo y se quedan mirándose, ajenos a la película, inmerso cada uno en la mirada del otro, suicidando lágrimas contra la tela del asiento.

Un día, Juan fué al cine con otra mujer. Olvidó a Picamé, que tanto había hecho porque la olvidara.

Picamé, entonces, enfurecida, decidió castigarle muriéndose de pena, sola, en la fila de atrás de una película poco taquillera.

Historia triste para informáticos

Netscape era un niño, como su propio nombre indica, de tonos más bien verdes.
Sus padres querían que de mayor fuera navegador. Por eso le llamaron así... ellos vivían en un pueblo costero y en esa familia, los que no habían sido marineros habian sido cantantes de Ópera, quemadores de zorros, surfeadores o arroz con sangre, también llamado Morzilla.

Pero el niño jodío quería ser explorador, como los capullos de la familia de enfrente, que era la mayor parte de la isla

-¡Nos ha salido rebelde el niño! Decía la madre
-Ha salido a tu madre. Afirmaba el padre.

Así que un día, una noche obscura y tenebrosa, una mujer bella le ató a la cama y le fornicó durante horas... no no, mezclo historias.. esa es la historia del afortunado Pete.


Así que un día, una noche iluminada por el centellear de los truenos y por una bombilla halógena (¿Se escribe así?) de Panasonic, todos sus hermanos se acercaron a Netscape y le controlaltsuprimieron.

Pobre Netscape.

Brevísimo

Federico colocó el interruptor y, una vez en su sitio, se fué a lavar las manos y 5 minutos después contempló su obra y dijo:

"Desde este interruptor, 5 minutos nos contemplan"

Rolando de Gilead pasó por Junction City

Rolando de Gilead, en su búsqueda de la Torre Oscura atravesó Junction City.

Allí había una tienda recién abierta, "Plegarias Correspondidas", con un llamativo toldo color rosa y varias rosas silvestres creciendo en la puerta.

Nadie había entrado todavía, pero Rolando, sopesando el peligro, pidió a sus compañeros que se fuesen a por provisiones, mientras él echaba un vistazo.

La puerta estaba abierta. Un sonoro tintineo acompañó su llegada.

-Buenos días Rolando- Dijo una voz.

Rolando había visto a su izquierda al dueño de esa voz mucho antes de que el dueño de esa voz le hubiera visto a él. Era un hombre alto, de ojos verdes cuando entró, grises en este momento; y no era cosa de la luz. El hombre estaba muy pálido, como asustado.

Rolando no se extrañó de que el hombre supiese como llamarle, ya pocas cosas podían sorprenderle.

Todos los estantes de la tienda estaban vacíos, llenos de polvo... sólo había una caja, rosa, con el dibujo de un tren con cinco ventanas por las que se asomaba un Bilibrambo, un niño, un hombre con un mono, una mujer de raza negra en una silla de ruedas y un pistolero.

Estaba muy claro que representaba.

-Veo que no aparta su mirada de mi caja ¿acaso quiere verla?
El pistolero hizo un gesto con la cabeza, sin separar sus ojos azules de bombardero de la vista del hombre del mostrador.

Leland Gaunt, que así se llamaba el dueño de la tienda, cogió la caja y se la ofreció a Rolando, el cual tuvo una sensación desagradable al rozar sus dedos... como una corriente eléctrica que le llegase hasta el hombro.

Al abrir la caja, Susana Delgado le miraba desde dentro... La caja una foto suya y varias cartas con su letra.

Soltó la caja. Antes de que esta llegase a tocar el mostrador, antes de que el señor Gaunt notase que la había soltado, tenía una mano estirada, haciendo un ángulo de 90º sobre su cuerpo, agarrando uno de sus revolveres de empuñadura de sándalo.
Una décima de segundo después, Gaunt estaba cayendo al suelo, con un orificio del tamaño de un céntimo por un lado de la cabeza, del tamaño de una taza de café por el otro.

La gente de Junction City no lo sabía, pero Rolando acababa de salvar muchas vidas.

Almuerzo en el restaurante Gotham

Un día fui a cenar a este restaurante.

Pedí un flameado de moe y se me cayó, quemando todo el mantel.

No sé que quería decirme el camarero con lo de ¡A pagar, incendiario!.

Más tarde me entró sueño. Se me caían los ojos de sueño y un señor casi los pisa.

Después el camarero se volvió loco y yo pensé que mejor me iba, así que me fui y aproveché para no pagar.

Un pobre señor salva a su mujer del garçon, pero si yo hubiese sido él la habría jodido por serpientezorra, por vacaburra, por perrolobo por osohormiguero y otras extrañas combinaciones de la naturaleza.

Mi casa

Mi casa no empieza por la puerta de entrada como otras, sino que lo hace por mi habitación.

Mi habitación tiene dos camas, una soporta a la otra pero no le importa, es su amiga.

Del techo cuelga un florescente tuerto y la pared, que también cuelga del techo pero toca el suelo con los pies, es adornada por varios retratos mios y dos posters de películas.

Hay una ventana que da a la a un patio interior. Yo pensaba que todas las ventanas de mi casa daban a patios interiores, pero no es así: Una vez estaba en un patio interior y miré a mi ventana y resultó que daba a mi habitación. Jamás lo habría sospechado.

También hay una minicadena que a veces le da por cantar, sobre todo por la mañana, pero no nos importa porque lo hace muy bien y a veces incluso nos cuenta las noticias sin que le preguntemos.

Mi mesa... mi mesa es un desastre, mejor salgo de la habitación para describir otra.

Las otras habitaciones las tendré que describir de memoria porque desde aquí sólo veo un armario que estaba en mi habitación, pero debía tener frio y se fue al pasillo rompiendo una columna. En el pasillo aun sigue con las caras de dos cíclopes sorprendidos mirando hacia el pasillo

La habitación de mis padres tiene dos camas que se querían tanto que se unieron y un espejo por el que siempre que miro se asoma un chico bastante feo. Pero es algo común en esta casa, pasa en todos los espejos.

Algunas puertas perdieron una parte de su cuerpo en una batalla que no me quieren contar y se pusieron un cristal para que no pasase el aire. Debe ser muy desagradable que el aire te atraviese un agujero en el cuerpo. Como también debe ser desagradable que miren a través de ti, el cristal es borroso.

Hay dos servicios, uno está cerca de mi habitación y a veces guiña un ojo y lo deja así mucho tiempo, pero últimamente observa todo con mucha atención.
En las paredes y suelo de este servicio hay atrapadas escenas antiguas, escenas modernas y escenas que no han llegado. Algunas de ellas nunca llegarán: Un dinosaurio desgarrando un trozo de carne, un hombre lanzando una bola con un extraño artefacto, una medusa de esas que no son venenosas, una patera que alguna vez contuvo a un pobre hombre y un mecha como Mazinger Z habitan el suelo.
Las paredes son más interesantes: Cuando las pusieron procuraron no juntar el cuerpo de un dragón que se ve clarísimamente para que no cobrase vida y así pudiésemos enseñárselo a todas nuestras amistades.
También nos pusieron un demonio, un señor sujetándose por un brazo de una cornisa y un hombre comiendo aceitunas.

La habitación de mi hermana está llena de objetos mágicos ya sin pilas. Tenía una cama que tornó en litera y volvió a ser cama, pero se cambió de sitio. También tuvo al primer aparato cantor de la casa, de esos que les metes una galleta y te cantan lo que pone, además le creció un frigorífico y una mesa con ordenador.

La entrada guarda un montón de cajitas llenas de secretos pero vacías de cosas materiales y un cachorrito de jirafa tan presumido que se dio un baño de oro y no se pudo volver a mover.
Dos angelitos guardan aquello que da vida a toda la casa y hay un gran espejo que en vez de mostrar la cocina muestra la misma entrada.

La cocina sigue igual desde que nací a excepción del frigorífico, que pensó que estaría mejor en casa de mi abuela y el lavavajillas, que se cansó de limpiar y tuvimos que despedirlo.
Para un cubierto no puede haber nada mejor que el lavavajillas: Después de una jornada laboral completa y de dormir junto a tantos cubiertos ¿Qué mejor que apoyarte en una pared y notar como te duchan con agua calentita?
Los platos y vasos que había en los armarios fueron suicidándose, especialmente cuando yo les agarraba y también fueron reponiéndose.
Detrás del micro-ondas se esconde la batidora. No debe ser agradable batir cosas con los pies, por eso está tan escondidita siempre.
Unos vasos rojos que antes usábamos para beber fueron encogiendo y ahora casi no cabe agua, así que ya no les usamos.

En mi despensa además de comida hay un tunel del tiempo debajo de la tabla de planchar, de tal manera que todo lo que cae allí desaparece por más que lo busques.
He de confesar que no sabemos si el tunel es espacial, temporal o espacio-temporal, porque ninguno tenemos ni idea de a donde van los objetos que se pierden

En mi salón hay una pequeña casa con unos personajitos que cada vez que les observamos se quedan parados parados, un montón de elefantes y criaturas del mar (lo que demuestra que Valladolid estuvo alguna vez cubierto por el mar). También hay una ventana de 28 pulgadas que da a todas partes, pero en general enfoca a lugares poco interesantes y la solemos acallar.
Había unos peces de colores, pero llegó una sirena de sal, se los comió, se bebió el agua y se quedó ahí a vivir. Por lo menos no come ni hay que limpiarla, pero ya que la damos alojamiento podría cantar.

El cuarto de estar tiene otra ventana como la del salón, más pequeñita, y un pedazito de selva que Eddie, un conejito, se comió dejando que la luz entrase a toda la casa. Supongo que también se comería los leones, porque no hay ninguno. La mesa del cuarto de estar es más tímida que la del salón, que un dia le dio por adelgazar y hacerse transparente enseñandolo todo. Aunque para compensar crece cuando quiere.

El estudio... el estudio es un secreto.

Escribeme piropos

Así llamó un ejército de topos a su libro de cocina más importante.
Tan importante era que cuando unos Urracos malandrines disfrazados de Darth Vader y armados con máquinas del tiempo se lo robaron, volvieron a imprimirlo.

El libro fue escrito por el padre de Alfred J Cuack (Nada que ver con Homer J (de Jay) Simpson) una noche de amor etílico, onírico y fantástico.

El topo hizo oposiciones para ser la mascota de MSN, pero no le cogieron, y hambriento y en paro, una chica bella, le ofreció un bocadillo.

Historia del comienzo de una drogaadicción

Había una vez una vaca pequeñita que se llamaba Saturnina y un gorrión gordito que se llamaba Sinforoso

Vivían ambos en la misma región de un campo extremeño de color verde.

Saturnina solía pastar hierba y espantar moscas y Sinforoso comía gusanos (su preferido era el Blaster), volaba por el aire haciendo trompos y picado y se posaba en cualquier lugar que estuviese bajo sus pies.

Un día, Sinforoso, volando despistado, se posó sobre Saturnina, que era una vaca pequeñita.

Saturnina se llevó un susto muy grande y gordo, tan grande y gordo como su mamá, y, no pudiendo soportar la presión que el pájaro ejercía sobre su columna, cayó en un pozo sin retorno: Se enganchó a la heroina.

Ahora, colgado de la cintura de Lara Croft, la acompaña a todas partes allá donde vaya.