Bestiario(5) ۩۞۩ Peter Pan, El Prestidigitador y el Vendedor de Arena۩۞۩

La magia es algo similar a la fuerza en La guerra de las Galaxias o al Caos en WarHammer: La magia lo controla todo, a algunas personas más que a otras, pero la magia no se puede controlar por nadie, a pesar de que algunos así lo intenten, así lo crean. La magia siempre está descontrolada y puede ser positiva o negativa. No es como un termómetro, que tarda mucho en pasar de un extremo a otro: la magia es más bien como la energía nuclear, en cualquier momento, si se ha dejado alguna fisura, si sucede algún tipo de percance, puede salirse de su cauce y destrozar todo a su paso.


Peter Pan fué una de estas personas totalmente controladas por la magia.




Todo el mundo sabe algo sobre Peter Pan, el cine ha llevado algunos fragmentos de su vida al gran público con mayor o menor fantasía: Si bien Peter Pan de Disney es completamente cierta, Hook sólo cuenta parte de la verdad de la evolución en Nunca Jamás y muestra mucho más fielmente su estética, su arquitectura y demografía. Pero Peter Pan nunca volvió, tampoco tuvo hijos, ya que Peter Pan murió poco después de abandonar Nunca Jamás.


Nunca jamás es un país más o menos cercano que se ve todos los días a la izquierda de la tercera estrella. Era, como gran parte de los habitantes de aquel país, un muchacho joven, siempre niño, siempre vivo, pero Peter Pan era más niño que los demás, más joven que los demás, más vivo que los demás.

Peter Pan admiraba la belleza de Campanilla, la más hermosa de todas las mujeres que ha habido en Nunca Jamás y en cualquier otro lugar, más hermosa, incluso, que una buscadora de otoños.



Peter Pan tenía por costumbre enfrentarse, junto a los niños perdidos a dragones(ver próximos bestiarios), cocodrilos y piratas, visitar a otros niños aún sin echar a perder, a los que le hacía prometer que no crecerían (y algunos, que me han confesado que Peter Pan les visitó, efectivamente no crecieron y siguen siendo niñas caprichosas, malas y muy muy crueles, a pesar de su belleza externa y aquella hermosa muralla interna que hay que atravesar, esperando ver maravillas, para observar sorprendido su interior podrido en el que nos veremos atrapados para siempre, amándolas por su belleza externa y odiándolas por haber matado a ese ser maravilloso que idealizamos en nuestra mente y por habernos robado ese futuro maravilloso que nos dieron como garantía antes de tirarnos al vacío).

Peter Pan era un maestro con la espada, sabía manejarla como nadie y no había quien embotara su filo sin expulsar algún gemido, y, aun así, con sus habilidades como espadachín inutilizadas, tenía otros elementos, como unas manos hábiles o una lengua mordaz para no quedar mal en ningún momento. Todo esto lo acompañaba con un cuerpo musculoso y ágil para las artes de la batalla y un vasto conocimiento de las debilidades de su oponente, fuera este de la clase que fuera.

Cuando Peter Pan y los niños perdidos se enfrentaban a cualquier dragón, a cualquier pirata o a cualquier otro tipo de personaje con malas intenciones, entre todos le atrapaban, le pinchaban, jugaban con él sin más preocupación, como niños incapaces de pensar en el mañana, como cualquier persona ingenua que tiene esculpido en su mente "eso no me pasará a mi". Pero una vez se pasaron en sus enfrentamientos, una vez olvidaron que es mejor ver, oir y callar y no huyeron al enfrentarse a dragones más numerosos y fuertes, dragones demasiado grandes para ser enredados, dragones a los que las redes resbalan como una rodilla a un hombre adulto y que, con un solo coletazo, pueden aturdir, sino matar al más recio de los piratas.Entonces cayó el primer niño perdido. Sin más poesía, en apenas un segundo, sin viso ni aviso, pasó de estar vivo a estar engullido el más bonito, el niño lindo de Peter Pan, el preferido.
Y tras el primero, fueron cayendo los demás, tras la batalla, que terminó en una cerval huida, los niños perdidos, sin más ganas de cuidar jardines ni alimentar animales salvajes fueron abandonando sus guaridas de Nunca Jamás, viniendo a la tierra o uniéndose a los piratas, a cambio de los secretos de las cavernas de los niños perdidos.

Cautivos y desarmados, los niños perdidos restantes, girando como peonzas descontroladas, como ciegos enfurecidos dando bastonazos, golpeaban a quien quiera que se pusiera en su camino, atrapando al más pequeño de los dragones, al que menos hizo, al que sólo era caldo de cultivo de un dragón mayor y le habrían golpeado hasta matarle si no hubiera aparecido Peter Pan a liberarle.

Los niños perdidos se desperdigaron y Peter Pan, atormentado por la pérdida de su paraiso en Nunca Jamás, fué a la tierra a quedarse para siempre, a crecer y transformarse en otra cosa. Y la magia que le controla le transformó, muy a su pesar, en

EL VENDEDOR DE ARENA

El vendedor de arena, al contrario que las buscadoras de otoños, las fabricantes de nubes y los gnomos, no es una especie, sino una profesión llevada a cabo por muy pocos, pues muy pocos la resistirían.

En Francia, para que los niños se duerman no se les asusta con el coco, el hombre del saco o Papá Noel, sino con "le merchand du sable", el vendedor de arena.El vendedor de arena es, como S. Martín, obicuo, es aquel que hace que todo el mundo, en cualquier lugar y en cualquier momento, cierre los ojos de sueño.El vendedor de Arena es invisible, mide casi tres metros de altura, lleva su media melena cayéndole sobre la cara, va vestido totalmente de cerrado color negro que contrastra con el cuerpo pálido enfermizo. Sus largos dedos están coronados por uñas en punta, y anda encorvado con expresión cambiante: Para algunos la expresión es de desquiciada ira, los ojos rojos y la boca, furiosa, alberga dientes puntiagudos colgando de encías rojas. Para otros, la expresión es de desbordante tristeza, sus ojos son azules y llorosos y la boca está abierta en un lamento silencioso mostrando dientes redondeados sujetos de encías rosas.El trabajo del vendedor de arena es tan duro como el de Papá Noel o los Reyes Magos, con la diferencia de que no descansa nunca. El vendedor de arena recorre todo el mundo en busca de aquellos a los que se les han de cerrar los ojos, pasando la mayor parte de su tiempo en las clases de literatura, filosofía y todas aquellas que tengan algo que ver con Derecho, se acerca al afortunado que va a salir, al menos psicológicamente, de esas aulas (o al aun más afortunado que va a estar muerto durante un rato, esté o no en esas aulas), levanta con la mano izquierda su saco de terciopelo negro, mete la mano derecha y lo arroja con furia o desgana (según que faz muestre) sobre su rostro, haciéndole cerrar los ojos y abrir la boca para gritar aterrorizado. Y siempre lo consigue, porque el vendedor de arena es más poderoso que cualquier humano normal, es más, más poderoso que cualquier ser, pues sólo un ser muy mágico podría llevar a cabo un trabajo como este. El vendedor de arena es, por tanto, poderoso, tan poderoso que ni siquiera deja gritar, que ni siquiera permite que se sienta conscientemente el terror que nos hace gritar como locos y apaga el llanto en reposados bostezos.

El vendedor de Arena, como Papá Noel o los Reyes Magos necesita su sustento para poder llevar tan agotadora tarea. Lejos de las necesidades energéticas de estos, que con unas toneladas de decepciones recopiladas en Navidad y la epifanía tienen suficiente, el vendedor de arena muestra visiones graves para recoger miriadas de terror. No muestra imágenes de la familia del durmiente asesinada, que es la que hace estremecer, sino de sus cabezas, cortadas, empezando a cantar, que es la visión que te hace gritar de pánico y te lleva a la locura, de la que escapas con dificultad al saber que era sólo un sueño.

Cuando el vendedor de arena tiene hambre se introduce en los sueños o en las pesadillas, ya sea invisible, transformando todo lo que consiga en el limitado tiempo de un sueño en una horrible escultura del miedo o con una forma que es miedo en sí, como su aspecto original, un niño con dentadura, un espejo desobediente, ya sea travieso o infernal o, si su necesidad es mucha, en el mismísimo Pennywise.

Pero ser vendedor de Arena no es agradable, ya que los vendedores de arena no son seres malignos, sólo cumplen con su trabajo. Ser vendedor de Arena no es agradable porque siempre el vendedor de arena está solo, el vendedor de arena está triste.

!Jodete, triste y solitario vendedor de arena¡ suelen gritar los extraños (ver próximos bestiarios)cuando les ven pasar.

Tiempo atrás, hubo un vendedor de arena que topó con una buscadora de otoños y esta, niña linda, bello poema, le convirtió en

EL PRESTIDIGITADOR

Prestidigitadores hay muy muy pocos, a veces uno, a veces dos, a lo sumo cinco a la vez. Hay tan pocos puesto que sólo las buscadoras de otoños pueden crear uno y no lo pueden crear con cualquiera, necesitan a un ser muy mágico para llevar a cabo su transformación. Y seres muy mágicos hay pocos.Pero no es este el único impedimento, además existe el impedimento de que las buscadoras de otoños ven a todo el mundo como mágico, lo sea o no, por tanto nunca saben cuando han conseguido crear un prestidigitador y cuando han logrado hacer vislumbrar apenas briznas de un mundo maravilloso a un humano cualquiera. Si esto pasa, si un humano es llevado a un mundo mágico donde no pertenece, antes o después perderá pie y volverá al mundo, recordará el paraiso que le es vedado y enloquecerá.Del contacto de seres humanos con seres mágicos han salido muchos perjudicados (nunca los mágicos, por supuesto, para los mágicos un humano puede apenas nada), han caido en un otoño permanente, compadeciéndose de si mismos y se han quedado encerrados en patéticas existencias, esperando que llegue alguien a sacarlos de su pozo de apenas un metro de profundidad, prefiriendo mirarse los pies a mirar el cielo. Lo más patético de estos seres es que su periodo de locura ya es permanente y, a pesar de los retazos de felicidad que muestran a veces, cuando estos se acaban no saben seguirlos por si mismos, sino que vuelven a su pozo esperando que alguien vuelva a tenderles una mano, sin atreverse a buscarla.

Un prestidigitador, además, ha de estar alineado al lado del bien, ha de tener más cualidades que defectos y ha de ser, sobre todo, un caballero. Esta condición es necesaria, pero no suficiente.

El aspecto de un prestidigitador es muy clásico. Es clásico porque lo han imitado muchas veces los prestidigitadores comunes, los que no tienen más magia que trucos de aquellos que no escapan a las leyes físicas, siendo el más famoso Mandrake. Viste ropa negra y elegante, una capa larga con el interior rojo y un sombrero de copa. También tienen una varita, pero es puramente ornamental. Además suelen lucir un elegante bigote o una interesante perilla.

El tesoro de un prestidigitador es saber que puede hacer feliz a la buscadora de Otoños que les creó incluso cuando les ha quitado los poderes. Basta con tener un poquito de prestidigitación en las manos, una resma, un recuerdo de la magia que da una buscadora de otoños y se la podrá hacer llorar de alegría, movilizando al mundo para que la dediquen un dibujo o extendiendo un campo de tréboles desde el sombrero para que busque los de cuatro hojas. La magia de un prestidigitador consiste, sólo, en su ilusión, que es lo que da la buscadora de otoños: montañas de ilusión.Claro que, a un prestidigitador que le han quitado los poderes, las ganas que le quedan de alegrar a la gente son muy pocas. Cuando un prestidigitador pierde los poderes y vuelve a ser lo que era antes sólo quiere destruir y hacer daño y, a veces, por temor a causarselo a otros, prefieren empezar por destruirse a si mismos: así no harán daño a nadie.

Pero un prestidigitador no está en el mundo sólo para hacer más feliz a la buscadora de otoños, también debe intentar hacer feliz a los que le rodean, son "sucursales" de la buscadora de otoños que tratan de hacerle la tarea menos pesada. De todos modos, no siempre lo consiguen, porque a veces centran todos sus esfuerzos en hacerlas felices a ellas, a las buscadoras y se olvidan del mundo, porque para ellos sólo hay un mundo y es su buscadora de otoños. Y si se diera el caso de que el prestidigitador escogido por la buscadora de otoños no fuera lo suficientemente bueno, no valiese lo suficiente, como es el caso del vendedor de arena que se convirtió en Prestidigitador (y creyose que era el caso de un Gnomo que dejó de ser prestidigitador de la noche a la mañana, sin más, pero resultó que dejó de serlo porque su buscadora de otoños falleció, por lo que enloqueció y cometió barrabasadas que, quizá, algún día, sean recuperadas de estos archivos y lanzadas como blogtella al mundo), no le quedaría más remedio que meterse encogido en el primer pozo que vea y cavar, con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo hasta perderse en el magma.

Se rumorea que una vez un ex-prestidigitador salió de su pozo por el otro lado...

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