López contra el tirano

López corría como no había corrido nunca. Atravesó todos los cubículos de sus compañeros en apenas tres segundos y salió por la puerta sin decir ni mu. Sus compañeros pensaban que el jefe había amenazado con matarle o algo así. Ni siquiera había apagado su ordenador, ni se había llevado sus llaves ni su móvil. Maldito D. Julián... ¿Qué le habría dicho para que López corriera de ese modo?

López estaba teniendo un día muy jodido: Su mujer estaba de parto y él, en vez de estar con ella, estaba trabajando. Todo sus compañeros le habían advertido: -Ni se te ocurra pedírselo al señor Julián, que te empezará a joder por atreverte. O -Como se entere de que quieres irte te dirá que no tienes ningún amor al trabajo y no tardará en despedirte.
A López le llevaba por el camino de la amargura. Era su primer hijo y no quería perdérselo, pero no le quedaba más remedio.

A la hora del café López llamó a su cuñada por móvil: "Aun no ha empezado" "Todavía no ha roto aguas" etc. Y López se la pasó maquinando: "Si me fuera ahora, perdería el trabajo, pero vería el parto.
Todos lo comentan en la sala de descanso. Sólo sonó una voz discordante con el clamor popular contra el jefe: "Todos decís que el jefe es un cabrón porque siempre está enfadado, pero nunca le habeis preguntado nada".
Las respuestas no se hicieron esperar: "Como para preguntarle algo" "Es un ogro" "Es un cabrón".

Nada más volver a su puesto, sonó la megafonía: "López, el jefe quiere verle. López, el jefe quiere verle."

López empezó a temblar: Hasta ahora, todas las veces que D. Julián había llamado a un empleado le había dado un sobre con su despido y le había dicho que no volviera al día siguiente. Sin más. Ni un "Lo siento". A López le desapareció la valentía de hace un rato. Ya no quería dejar el trabajo. Al fin y al cabo, el trabajo de López era un buen trabajo. No mucho trabajo y un sueldo más que decente.

López entró en la antesala del despacho. Respiró hondo y antes de caminar el trecho que le falta hasta la puerta del jefe, se abrió la puerta y salió, trajeado, malhumorado, grueso, oliendo un poco a sudor, con aspecto sucio, calvo, con nariz de cerdito y pinta desagradable.

-¡¿QUÉ ESTÁ HACIENDO AQUÍ?!
-Yo...
-¡¿PORQUÉ NO ESTÁ DONDE DEBE ESTAR?!
-Por megafonía han dicho que...
-¡PUES CLARO QUE HAN DICHO! ¿ES QUE CREE QUE SOY SORDO? SÉ QUE SU MUJER ESTÁ DE PARTO Y LE LLAMÉ PARA VER SI ESTABA AQUÍ.
-Claro.. no me atrevería a dejar mi puesto.
-¡¿PERO ESTÁ VD LOCO LÓPEZ?! ¡NI RECOJA SUS COSAS. VAYA CON SU MUJER CORRIENDO, PUEDE USAR UN COCHE DE LA EMPRESA. Y LA PRÓXIMA VEZ QUE TENGA UN PERCANCE COMO ESTOS NI SE LE OCURRA VENIR.!Mañana tiene el día libre. Vaya con su mujer, que es lo que debe.

López le habría besado si no fuera tan feo. Y si no temiera el despido, principalmente. Dice un tímido gracias y sale corriendo.
López corría como no había corrido nunca. Atravesó todos los cubículos de sus compañeros en apenas tres segundos y salió por la puerta sin decir ni mu. Sus compañeros pensaban que el jefe había amenazado con matarle o algo así. Ni siquiera había apagado su ordenador, ni se había llevado sus llaves ni su móvil. Maldito D. Julián... ¿Qué le habría dicho para que López corriera de ese modo?

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