Sin título

El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto.

Llovía.

Mis ojos mejorados, sustituidos por nanotecnología, envían a mi cerebro unas señales que mi cerebro, yo, he de interpretar.

Mi nariz, por supuesto también mejorada, me dice que este energúmeno que me apunta con su pistola es un yonki. Huele a heroina.

"Veo" una diminuta mancha de sangre en su ropa. Tan pequeña que un ojo humano nunca llegaría a observarla. Se pincha.

Sin que yo de la orden para ello, mi cerebro, o más bien, sus nanopartes, ordenan a mis brazos y piernas que ataquen de la mejor manera posible.

Antes de que yo pueda reaccionar el pobre yonki está desarmado e inconsciente. De algo me sirvió trabajar para la seguridad del gobierno. Soy inmortal.

Prosigo mi camino.

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