Rolando de Gilead pasó por Junction City

Rolando de Gilead, en su búsqueda de la Torre Oscura atravesó Junction City.

Allí había una tienda recién abierta, "Plegarias Correspondidas", con un llamativo toldo color rosa y varias rosas silvestres creciendo en la puerta.

Nadie había entrado todavía, pero Rolando, sopesando el peligro, pidió a sus compañeros que se fuesen a por provisiones, mientras él echaba un vistazo.

La puerta estaba abierta. Un sonoro tintineo acompañó su llegada.

-Buenos días Rolando- Dijo una voz.

Rolando había visto a su izquierda al dueño de esa voz mucho antes de que el dueño de esa voz le hubiera visto a él. Era un hombre alto, de ojos verdes cuando entró, grises en este momento; y no era cosa de la luz. El hombre estaba muy pálido, como asustado.

Rolando no se extrañó de que el hombre supiese como llamarle, ya pocas cosas podían sorprenderle.

Todos los estantes de la tienda estaban vacíos, llenos de polvo... sólo había una caja, rosa, con el dibujo de un tren con cinco ventanas por las que se asomaba un Bilibrambo, un niño, un hombre con un mono, una mujer de raza negra en una silla de ruedas y un pistolero.

Estaba muy claro que representaba.

-Veo que no aparta su mirada de mi caja ¿acaso quiere verla?
El pistolero hizo un gesto con la cabeza, sin separar sus ojos azules de bombardero de la vista del hombre del mostrador.

Leland Gaunt, que así se llamaba el dueño de la tienda, cogió la caja y se la ofreció a Rolando, el cual tuvo una sensación desagradable al rozar sus dedos... como una corriente eléctrica que le llegase hasta el hombro.

Al abrir la caja, Susana Delgado le miraba desde dentro... La caja una foto suya y varias cartas con su letra.

Soltó la caja. Antes de que esta llegase a tocar el mostrador, antes de que el señor Gaunt notase que la había soltado, tenía una mano estirada, haciendo un ángulo de 90º sobre su cuerpo, agarrando uno de sus revolveres de empuñadura de sándalo.
Una décima de segundo después, Gaunt estaba cayendo al suelo, con un orificio del tamaño de un céntimo por un lado de la cabeza, del tamaño de una taza de café por el otro.

La gente de Junction City no lo sabía, pero Rolando acababa de salvar muchas vidas.

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